En la funeraria
Juan Zamora
(Del Tarot de Dave Mckean)
Es de noche y estoy en la funeraria. Traje negro hecho a la medida, tela italiana muy fina, zapatos “Rossi” bien lustrados, camisa blanca “Prada” muy bien planchada, corbata de seda “Ermenegildo Zegna”. Recuerdo que antes usaba shorts “Acadia”, franelas “La coste”, chaquetas “Náutica” y zapatos tenis, cuya marca ya no recuerdo...
Parece que hace frío, tanto como en un centro comercial. Veo gente abrigada, entrando y saliendo de los baños, parecieran estar orinando a cada momento. Sin embargo, yo no siento ganas, tampoco tiemblo de frió, qué curioso...
Cuanta gente; unos ríen, otros lloran. Más son los que ríen, aunque no se de qué. Intento escuchar pero no puedo. Quisiera llamar su atención, pero todos me ignoran...
Intento moverme, pero no puedo. Estoy rígido, inerte, yerto, tieso. No siento hambre ¿Debería? Café, chocolate, galletas, sopa, sándwich de todo tipo, té. Bueno, en realidad no se le puede llamar comida, así que no es raro el estar inapetente...
¡Me miró! La señora con la bandeja me miró.
-¡Eh, señora! Venga, acérquese.
Se fue, soltó la bandeja y se fue...
Me estoy empezando a asustar. Hay cierto revuelo, la gente va de un lado a otro, comentan, se llevan las manos a la boca. Ponen cara de asombro, otros se muestran curiosos. Ahora sí se acercan, se percataron de que existo. La señora de la bandeja, viene acompañada de un señor con cara de portero de burdel. Como que no traen buenas intenciones. Vienen por mi, ¿pero yo qué hice?
-¿A quién carajo se le ocurre dejar un maniquí en una funeraria?
-No lo se, señor Fulgencio. Pasé y lo vi ahí parado
-Que vaina con esta gente, nunca falta un jodedor...
¿Maniquí? ¿Dónde? ¿Yo? No, no puede ser conmigo. Mejor me sacudo esta pinta e’ muerto y me largo de aquí...
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